LA MADUREZ DE LOS ACUERDOS DE PAZ, 21 AÑOS




Si la madurez tuviera una fecha de inicio, podrían ser los 21 años, pero a esa edad aún somos jóvenes y hay largo camino por recorrer, experiencias que vivir, errores que cometer.

Ya son 21 años de caminar, con un cese al fuego y con una vida política bastante encaminada en la que mi propia opinión, de lo más rescatable es haber presenciado una alternancia en el poder, instituciones que se crean y otras que desaparecen. Hay muchos más logros, deudas, promesas y también poca acción de parte de todos/as para hacer más cambios.

El verdadero trabajo por la paz es poco visto y poco publicitado por los medios de comunicación, siempre lo más vendible es la violencia. Pero realmente la paz la hacemos todos con pequeños actos y se va haciendo en el campo, la comunidad, a veces en la calle. Siempre hay muestras de solidaridad y compromiso por el otro y así se sanan algunas heridas.

Estas semanas que vienen, estaré presente en acciones que quizás no se vean en los titulares, pero que si serán muy significativos en familias que fueron fuertemente dañadas en el Conflicto Armado Interno que se vivió en El Salvador

Una de estas y quizás por la que estoy escribiendo, es la exhumación de dos niñas. Localizadas por la anterior Comisión Interinstitucional de Búsqueda y que ahora se tendrá la oportunidad de rescatar sus restos.

Los hechos[1]
En junio de 1981 la Fuerza Armada desarrolló el operativo militar denominado “Rescate San Vicente”, que se extendió en diferentes cantones de Tecoluca y  San Vicente, con mayor énfasis en los alrededores del  Volcán de San Vicente”. En el marco de esta acción las niñas de 5 años y  dos años debieron huir junto a sus familias.

Según testimonios, durante la huida su grupo familiar se dispersó y  perdió contacto con su hija, quien fue asistida por una de las madres, quien huía junto a su hija. Ambas niñas permanecieron junto a la señora durante varios días,  sin encontrar refugio y alimentos. Las difíciles circunstancias deterioraron el estado de salud de las menores al punto de provocarles la muerte por inanición.

Para mi es una experiencia difícil sucedidas a partir de la “Masacre de la Hacienda de Peñas”, en el Volcán de San Vicente. El camino seguido fue para arriba donde no había como sobrevivir y no había salida, abajo estaba la salida pero también las balas.

En esa montaña se perdieron, sin agua y sin comida, lejos de sus familias. Las dos niñas fueron encontradas alrededor de 22 días después, cuando ya habían fallecido de hambre y de sed.

Para mí, estar en el lugar donde fueron sepultadas, es de lo más duro que he vivido, imaginarme esa agonía de una muerte lenta, en soledad, en el desamparo total y aunque he escuchado muchos horrores de la guerra, es esta la historia que más tristeza y dolor me causa. Tampoco conozco a las niñas, no hay fotos, no hay nada de ellas, solo serán sus restos en un lugar apartado a la mitad de ese árido y solitario volcán que tantas historias de muerte guarda.

Serán alrededor de tres días de trabajo con antropólogas forenses en este lugar santo, pero primero Dios los resultados de ADN den positivo y al fin las familias puedan confirmar la verdad de lo sucedido a las niñas. No es el final esperado, pero la verdad aunque difícil se tendrá.

Estas son parte de las heridas profundas que siguen abiertas, que aún no sanan luego de 31 años, mucho más que los años de la paz. Por aquí es donde teníamos que empezar, encontrando a nuestros desaparecidos/as, enterrando nuestros muertos, contando nuestras tristezas que son de muchos. Sólo encontrando la verdad podremos llegar a la justicia y empezar el camino de la reparación y el don de la reconciliación.

Esperamos seguir construyendo esperanza en medio del dolor. “El trabajo es triste, pero hay que hacerlo”. La paz es tarea de todos/as, sigamos adelante.




[1] CNB de Niños y Niñas Desaparecidos en el Conflicto Armado Interno de El Salvador

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