LAS MADRES DEL SILENCIO[1]
Pienso
en este mes de las madres, no en el comercial y de consumo, tampoco en el
romántico, aunque con tanto amor pues da para eso. Será mejor este espacio para
hablar del sacrificio humano que algunas de ellas llevan y con las que más me
relaciono, las que llevan una herida histórica. La que grita en el silencio del
tiempo.
Pienso
que nuestras madres ocupan un lugar muy especial en cada uno y que como seres
humanos también cometen errores, pero nos toca a nosotros llegar a reconocer,
comprender y aceptar; para mantener ese lazo que nos une a quien nos dio la
vida.
Pensando
en esos sacrificios extremos que hace ese corazón de madre por los hijos/as,
tengo muy presente uno que es el del trauma que se pueden padecer con la desaparición
forzada de un hijo/a. No es un sacrificio voluntario, sino todo lo contrario
totalmente obligado, pero aún así les ha tocado “vivir”.
En
el caso de una madre que ha pasado por esto desde el conflicto armado (de 20 a
30 años atrás) ha sido una de las heridas más grandes de su vida y que tiene
que seguir cargando hasta la fecha, una herida abierta, un dolor permanente que
no se podrá reparar, calmar mientras no se encuentre la verdad. Podrá haber más
dolores, pero no como este.
Han
pasado su tiempo de vida con el último recuerdo de su hijo/a, a veces nada más
con la fotografía en su memoria del último día que los vieron y que es así como
se imaginan encontrarlo, en ese momento que congelaron en el tiempo. Son sus
niños, son sus niñas de toda la vida, los arrebatados.
Amanecen
con la idea que volverá cualquier día, con la ilusión de encontrarlo en cada
rostro parecido en los que encuentra en la cotidianidad, siempre sintiendo en
el corazón que está vivo/a, en algún lugar.
Estas
madres, que muchas no han tenido la oportunidad de expresar lo que sienten, no
se quedan ahí. Han tenido que continuar la vida, la crianza y educación de
otros hijos/as, dándoles la importancia de sus propios proyectos con la
esperanza en lo profundo de tener noticias al menos. Es así como han salido
adelante, con mucha fuerza, con mucha voluntad aunque la herida se mantenga.
Hay
momentos más duros que otros en esa cotidianidad: los cumpleaños, la fecha de
desaparición, las navidades y años nuevos (donde el llanto siempre estará
presente). Ver a una madre que en lugar de salir a dar abrazos, se vea que se
va hasta el fondo de un cuarto a encender una vela y llorar. Esto afecta a todos/as en la casa, ya
no va con el momento de jubilo que todos quisieran vivir, sino un duelo no
terminado que es imposible de reprochar y siempre se guardará en el silencio
familiar. Estos momentos algunos los comprenden y respetan, otros más alejados
podrían criticarlo cuando no se ha compartido sobre todo con aquellos que no
vivieron esa parte de la historia.
Una
madre me dijo una vez, “yo no guardo rencor, no tengo sentimiento de venganza
en mi corazón, sólo quiero saber qué hicieron con mi hija, dónde está?”. Este caso por poner un ejemplo, es sólo
manejado por la familia, nunca se han atrevido a comentarlo con nadie porque
nadie les va a creer. El camino histórico de dolor que han pasado es único y no
lo han comparado con nadie, ni tendrían por qué hacerlo, pero hay historias que
cuando se comparten se ven que hay otros en similares condiciones y que se pueden
apoyar.
Sé
que lo escrito es poco para lo que realmente se siente, tampoco es minimizar
otros actos de entrega, solamente es reivindicar, visibilizar y valorar la
naturaleza humana y a lo que lleva el sentimiento grande de una madre por sus
hijos/as.
Reconozco
que la mujer en nuestra sociedad guarda muchos silencios, el sistema patriarcal
hegemónico nos lo impone y para una madre, es más complicado porque la misma
sociedad impone estándares. Es complicado expresarse, sentir, llorar, quejarse,
alegrarse y a veces todos los sentimientos juntos, pero se hace, porque hay que
seguir adelante hasta que la vida les de la fuerza.
[1] Dedico este artículo a mi
mamá en este mes especial que con toda su experiencia de vida y de silencio,
ahora tiene la prueba de superar la pérdida de su compañero, amigo, esposo, su
único amor de toda la vida (como ella se lo dijo)
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