Nace un compromiso





Hace 34 años me dirigía a casa con mis padres, sólo tenía 8 años cuando escuchamos la noticia por la radio del asesinato de Monseñor Romero, sentí rápidamente la consternación a mí alrededor. Creo que fue la primera situación social de la que soy consciente y desde ese momento nada a mi alrededor fue indiferente, mi consciencia social se abrió empezando a ver el dolor, la solidaridad, el compromiso, el sacrificio, la organización y sobre todo la convulsión social que el país estaba sufriendo. De vez en cuando mis papás me cerraban los ojos para no ver lo cruel de la muerte, pero aún así tuve que ser testigo de ella.

Desde entonces tengo esa capacidad de recordar rostros, fechas, lugares, casi de manera fotográfica. El trauma se hizo presente y aunque me paralizó por mucho tiempo, fue ese mismo tiempo quien me preparó para lo que tenía que hacer con mi vida.

Siempre me tocó buscar lo que Dios pedía para mí y por eso, entiendo mi vida de esa manera  como un buscador, sin darme cuenta que me ha ido poniendo donde me ha necesitado según su voluntad.

Ahora estoy en el lugar más triste pero de mucha esperanza, con un trabajo muy necesario como lo es la búsqueda de la verdad de los niños y niñas desaparecidos en el conflicto armado de El Salvador, una deuda pendiente que no puede seguir más y que se está luchando junto a los familiares para que esto llegue hasta las últimas consecuencias que es encontrar esas respuestas.

Muy duros los últimos días previos a este aniversario de Monseñor Romero, buscando la verdad para ayudar a familiares de víctimas de violaciones a derechos humanos. Hemos pasado buscando restos de una verdad de hace 31 años que al fin logramos encontrar. Las exhumaciones también son parte de esa verdad oculta y que se tiene que descubrir para procesar esos sentimientos de dolor, de sufrimientos que fueron negados hace muchos años en los que ni un entierro digno se procuró a los asesinados.

Abrir, excavar en la tierra es hacerlo también en el corazón y de la misma manera que los antropólogos forenses limpian con mucho cuidado cada huesecillo, también toca limpiar el corazón, los sentimientos que se tienen guardados, enterrados. Se requiere de mucho coraje para algo así, pero los familiares toman fuerzas para enfrentar la verdad y vivir esa experiencia para lograr sanar de una vez y tomar fuerzas para seguir adelante.

Frente a los restos encontrados pensaba como se logra confirmar la verdad de un relato y que satisfacción encontrar ese momento congelado, para luego darle vida. Muchos esperan aún ese momento, quizás nunca lo realicen, pero es parte de una reparación, de la verdad necesaria para lograr la reconciliación de este país. Solo al vernos humanos con sufrimientos, como iguales podemos dar un paso para el abrazo y unirnos como salvadoreños, para darnos fuerzas y comprometernos más con esta realidad presente.


Gracias Monseñor por mi camino y por la vida, gracias por iluminarnos a tantos y encender el fuego de Dios que esperamos no se nos apague jamás.

Imagen tomada de Internet 
http://www.servicioskoinonia.org/romero/indexposters.php


"Monseñor Romero hizo un llamado en su última homilía a las bases de la guardia, del ejército, fue un llamado a la desobediencia, a la noviolencia. Unos no le entendieron y se fueron a la guerra. Otros le entendieron y por eso lo asesinaron".

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