LOS JÓVENES Y LA OPORTUNIDAD DEL PRIMER EMPLEO




La juventud siempre ha sido sacrificada en los cambios de cada país, ya sea por su rebeldía natural o por su fuerza y energía para la conquista de metas. Son muy adaptables a diversas situaciones  y siempre buscando un lugar en el mundo.

Con todo ese potencial, aún así las oportunidades no están y no llegan a menos que lo forjen ellos mismos  con sus propios recursos, que para la mayoría es un lujo.

Muchos de los jóvenes al salir de bachilleres tienen en mente seguir estudiando o buscar un empleo o ambos. La mayoría posiblemente queden sin nada sobre todo por las poca solvencia económica no puedan estudiar y tengan que buscar un trabajo. Según estadísticas alrededor del 17% pueden llegar a la Universidad, otros con menor porcentaje tendrán que quedarse a otras ofertas de educación superior (técnico)[1]. Lo peor es que el tener título universitario tampoco asegura un trabajo de calidad, aunque si más probabilidades.

Llegar a terminar el bachillerato ya es un gran logro, tomando en cuenta que los adolescentes son asediados por los pandilleros y al que le toca esa suerte, no le queda de otra que ser parte de ellos o emigrar posiblemente a los Estados Unidos.

Entre las buenas posibilidades siendo jóvenes que ni estudian ni trabajan, se desarrolla proyectos geniales que son una verdadera luz para los muchachos. Para mí, Jóvenes Constructores[2] fue uno de ellos.

Administrado por Catholic Relief Service[3] y ejecutado por diversas ONG´s en el campo con un personal de alto nivel de preparación técnica y humana, dio la posibilidad a jóvenes no sólo de capacitarse en una especialidad técnica, sino también de complementar la formación con un fortalecimiento en valores humanos y de servicio social, donde ellos pudieran también apoyar a sus comunidades. Los jóvenes al terminar su proceso formativo hacían uso de una especie de mediación laboral donde también se le acompañaba a solicitar su primer empleo, su primera oportunidad.

Estando cerca de esta experiencia, se puede ver que los jóvenes sienten una puertecita y un apoyo institucional, casi un apadrinamiento y se sienten bien que alguien crea en sus capacidades. El programa va más allá de lo técnico e imprime en los jóvenes una mística, una identidad de joven que se construye a sí mismo y que construye una sociedad. Esto hace que aunque sea difícil el camino de egresado, no se da por vencido y que siga intentando. Igual puede retomar sus estudios, igual logra un empleo y pronto ganarse la confianza o también construir su propia propuesta microempresaria. Al final el resultado se tenía que dar, siendo muy pocas las deserciones o no conclusión del proceso que era de mediano plazo.

El programa aunque era dirigido a la reactivación económica cuando el mundo y el país entraban a una crisis, también dio soporte para un trabajo preventivo en zonas de alto riesgo, situación con la que se tenía que luchar también para que los jóvenes pudieran tener acceso a esta oportunidad.

Jóvenes Constructores, contaba con una especial disciplina de ejecución y seguimiento por lo que se pueden rastrear los resultados por internet y siendo así se buscaba también tener un alto grado de efectividad e impacto en los jóvenes y en las comunidades.

Lastimosamente proyectos así no logran dar el salto de sostenibilidad y no perduran en el tiempo y quedan como buenas experiencias a pesar de ser mucho más efectivas que muchos programas gubernamentales con mucho gasto pero con pocos resultados.

El primer empleo ha sido difícil para la mayoría de nosotros, no sólo encontrarlo sino tener la capacidad de mantenerlo y abrir camino de confianza y hasta una trayectoria. Los jóvenes ahí están, tienen mucho potencial. Se necesita de este tipo de programas lo más integrales posibles, pero también de empresarios sensibles que brinden oportunidades, de gobiernos menos paternalistas y más acompañantes de procesos para la erradicación de la pobreza y que también, de paso, generen seguridad.




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