DESAPARICIÓN FORZADA, EL PASADO QUE VUELVE




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La desaparición forzada siempre ha sido una practica utilizada como una forma de hacer daño no sólo directamente a una víctima, sino también a los que le rodean. Para los familiares que buscan a un desaparecido es una forma de tortura permanente, que con lleva la incertidumbre de la vida y la muerte, acompañada con la perdurable interrogante ¿Dónde están?

En nuestra historia  en El Salvador, la desaparición forzada se ha utilizado como una forma de represión política, para silenciar las disidencias, las diferentes formas de pensar, se ha desaparecido a los adultos pero en el conflicto armado se desapareció también a niños y niñas. Cuando esto se vuelve contra una persona indefensa como un niño, niña o adolescente se convierte en una de las peores experiencias que puede una persona soportar; algunos no lo logran.

Recientemente nuestro país repite estas duras experiencias de la guerra, y tristemente se han convertido de nuevo en una forma de silenciar, pero ahora utilizada por la delincuencia común[2]: pandillas, narcotráfico, traficantes de armas, etc. A veces por estar en sus territorios, por creerlos de pandillas contrarias, por tener una relación con alguien de una zona de pandillas, por tener un negocio y no pagar la renta, etc. Los motivos sobran y cada vez se vuelve más común. Los cementerios clandestinos del conflicto armado ya eran muchos y ahora no sabemos dónde estamos parados, recientes excavaciones en diversos sitios del país han revelado macabros hallazos de  quienes se reportaban como desaparecidas.

Es complejo comparar los dos contextos que ha vivido El Salvador, la guerra y la actual crisis de violencia social, pero nunca se creyó que los salvadoreños de nuevo tendrían que pasar por tanto dolor, cuando incluso muchas familias sobrevivientes de la guerra no han superado completamente las heridas sociales que el conflicto les dejo, y empezar otro sufrimiento muy similar. Las madres aún resienten la  pérdida de su hija o hijo, sucedida hace 30 o más años, cuando en estos casos, estas madres, luego de extorsiones y presiones de la actual violencia social, le vuelven a desaparecer otro hijo o hija. Se conoce casos de mujeres que siendo niñas sufrieron desaparición forzada y, ahora como madres, viven la desaparición de uno de sus hijos; un trágico dolor vivido desde ambos lados, de niña y ahora de madre; parece la de nunca terminar.




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La causas para las desapariciones[4] actuales pueden ser diferentes a las de hace 30 años, pero el proceso de dolor que este conlleva es muy similar. Empezando por el silencio impuesto a la familia, es un hecho que no se puede comentar con cualquier persona, ni siquiera expresar sentimientos porque puede ser muy peligroso, la familia está bajo amenaza sin decírselo, corren peligro porque les falta alguien, tampoco se puede denunciar sin saber realmente quienes están implicados en la desaparición y se desconfía hasta de las autoridades. Además si deciden denunciar se pone en peligro a los demás miembros de la familia que aún quedan.

Un sentimiento que se identifica en los familiares de desaparecidos es la culpa que les queda, al no percibir señales del hecho y al ser la desaparición algo inesperado, no hay tiempo para aclarar temas pendientes que no se hablaron, reconciliaciones, atenciones, etc. También surgen auto cuestionamientos, el familiar del niño, niña o adolescente desaparecido se hace la pregunta del ¿qué tenía que haber hecho para salvarlo? ¿Qué no hice para ayudarlo? ¿Por qué no vi venir esa situación? Muchas preguntas que quizás no tienen respuesta y que sólo sirven para mortificar.

La frustración e impotencia embarga, ya que siente que no se hizo todo lo que está al  alcance para prevenir que sucediera;    ahora en la búsqueda se corre peligro, no se puede hablar de ello ni en privado. Es demasiado dolor…, quizás nunca se pare de llorar. A dónde ir para desahogarse y a dónde ir a hacer la denuncia ¿Será está  efectiva?, ¿Dónde está? ¿Estará vivo o fallecido?


Los hermanos por su parte viven su propio dolor, no sólo perdieron a su hermano o hermana sino también aveces inconscientemente los padres pueden iniciar las comparaciones con el que no está, o ejercer sobre cuido que cambia sus vidas y añade más hermetismo y aislamiento.

La parte psicosocial es sin duda la más afectada con este golpe, pero sin duda vendrán los síntomas y enfermedades físicas en los más cercanos; dolores de cabeza, males estomacales, hipertensión, diabetes, etc. La desaparición forzada es un trauma extremo con un impacto que se expande en la familia y la comunidad, en la sociedad entera. Los victimarios se esconden y los que saben algo callan por temor.

El sufrimiento es diario, se sufre hasta el día en que se sabe la verdad. Aunque el sufrimiento es distinto, las causas son diferentes, lo coincidente es que se recuerda al desaparecido como si fue ayer el último día que lo vieron.


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