Ser Puntuales
En mi caso la puntualidad me venía bajo el brazo. Hice tres años en el kinder nacional de Apopa y una de las tareas principales al llegar era poner un puntito de colores en el día que correspondía, de asistencia. Me gustaba tanto que creo no falte ni un día en esos tres años o al menos fui de los que menos falte. Cada año me daban una banda en premio por mi asistencia.
Pero no todo era miel sobre hojuelas como dicen, también recuerdo los días en que era el último en que lo llegaban a buscar para ir de vuelta a casa, a veces me hubiera gustado irme por mi cuenta pero a los cinco o seis años creo que era arriesgado y no me dejaban hacerlo las maestras.
Pero no todo era miel sobre hojuelas como dicen, también recuerdo los días en que era el último en que lo llegaban a buscar para ir de vuelta a casa, a veces me hubiera gustado irme por mi cuenta pero a los cinco o seis años creo que era arriesgado y no me dejaban hacerlo las maestras.
Cuando pase a la escuela al turno de la mañana, nada me detuvo, levantarme temprano salir en el primer viaje con mi papá, siempre llegar al menos 30 minutos antes, comer algo antes de iniciar clases. Para mi la escuela era mi lugar favorito, tenía trabajo, amigos, aventuras, cierta independencia. El día que yo no llegaba era un día perdido, así que procuraba no faltar.
Pero había algo peor, llegar tarde. Cuando por alguna causa, se dañaba el carro de mi papá, había paro de buses por estar en tiempos de conflicto o por lluvias, veía que iba tarde prefería mejor ya no llegar a clases. Nunca me gustó que me vieran llegar tarde. Así he sido a lo largo de mi vida en las diferentes facetas, creo que por eso también me acostumbré a esperar a los demás.
Con el tiempo aprendí dos cosas, una que eso de la puntualidad era parte de mi personalidad rígida que me había construido y que todas las personas no eran como yo. Así que comprendí que tenía que ser más flexible con mi tiempo y con el de los demás. Ahora tolero más a las personas impuntuales, sobre todo si son de mi familia, trato de enseñar lo importante que es el tiempo, a no perderlo (o perderlo poquito), pero también a que somos distintos, que también existen personas que aún no saben que se inventaron los relojes y andan ahí con su propio tiempo y que también pueden ser felices de esa manera.
La puntualidad siempre se asocia a la responsabilidad, al respeto por los demás. Yo lo siento como para no perderme de nada. Lástima que también mal manejado, la ansiedad y los humores pueden dar una mala pasada, pero también es cuestión de saberlo manejar... con el tiempo.
Pero había algo peor, llegar tarde. Cuando por alguna causa, se dañaba el carro de mi papá, había paro de buses por estar en tiempos de conflicto o por lluvias, veía que iba tarde prefería mejor ya no llegar a clases. Nunca me gustó que me vieran llegar tarde. Así he sido a lo largo de mi vida en las diferentes facetas, creo que por eso también me acostumbré a esperar a los demás.
Con el tiempo aprendí dos cosas, una que eso de la puntualidad era parte de mi personalidad rígida que me había construido y que todas las personas no eran como yo. Así que comprendí que tenía que ser más flexible con mi tiempo y con el de los demás. Ahora tolero más a las personas impuntuales, sobre todo si son de mi familia, trato de enseñar lo importante que es el tiempo, a no perderlo (o perderlo poquito), pero también a que somos distintos, que también existen personas que aún no saben que se inventaron los relojes y andan ahí con su propio tiempo y que también pueden ser felices de esa manera.
La puntualidad siempre se asocia a la responsabilidad, al respeto por los demás. Yo lo siento como para no perderme de nada. Lástima que también mal manejado, la ansiedad y los humores pueden dar una mala pasada, pero también es cuestión de saberlo manejar... con el tiempo.
Imagen: http://cmapspublic.ihmc.us/rid=1JWSLZQ55-13KSPTD-2RQ7/fuerza%20y%20movimiento
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