Nuestros Abuelos







Estamos en modo cuarentena, nuestra familia casi lleva un encierro de alrededor de veinte días. Lo hacemos por nosotros, por los más vulnerables para esa enfermedad en especial por nuestros mayores que han dado mucho por nosotros y que no quisiéramos que por algo como estar encerrados no lo podamos hacer y ellos padezcan esta grave enfermedad. Aunque ahora sabemos que quizás nadie esté exento de morir, siempre serán los abuelos y abuelas del sector vulnerable.

Hay mucho que reflexionar desde este encierro y si vivimos con nuestros viejos, no está demás aparte de encerrarnos, de hacer un poco agradables estos momentos: dejarlos ver sus programas de TV , escucharles sus historias que a veces son las mismas pero para ellos son la hazaña de su vida, es importante valorarlas e interesarnos en ellas, alguna preguntas no les vendría mal, así se emocionan más. También los juegos de mesa, son actividades donde todos podemos participar con paciencia. Un par de horas de atención no les vendría mal para su vida. Si no están con nosotros, siempre es importante saber qué necesitan: alimentos, medicinas, llamarles por teléfono o hacerles videollamadas y si no pueden enseñarles para romper con su soledad. Ocupar nuestra imaginación para que sientan que estamos apoyándoles y acompañándoles. Tienen mucho que contarnos, mucho que podamos aprender, sus errores, vivencias y alegrías, sus derrotas y sus triunfos.

Acompañé a personas mayores con familiares desaparecidos por ocho años, al menos una hora cada vez que llegaba a sus casas y ellos sentían que era el mejor tiempo. Validaba sus historias, las escuchaba una y otra vez como si fueran la primera vez, tenían confianza de ser como son, algunos algo sordos, ciegos, con conversaciones de sus padecimientos y consultas médicas, de grandes hazañas durante el conflicto, cómo sobrevivieron y salieron adelante, también muchas culpas, pobrezas y necesidades. Algunas me llamaban cuando me ausentaba por mucho tiempo, se sentían valoradas y comprendidas, menos solas. Ponían quejas de sus familiares esperando que algo les mejorara, a veces la visita ayudaba a que se les reconociera, a que dejaran de ser invisibles, porque con todo nuestro trajín del día de todos los días, casi no les damos tiempo.

Ahora es momento de que cada uno pensemos no sólo en el virus sino en dar tiempos de calidad a nuestros mayores, paciencia con una edad en la que vuelven con cierta niñez con los caprichos de la vejez. Muchos llegaremos a esos tiempos y es importante que los pequeños también valoren los tiempos, las edades y sean la experiencia que no tenemos aún.

Abrazos a nuestros abuelos, con sus dificultades y sabidurías. Lo dieron y dan todo por nosotros.


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